En la presentación del cartel aproveché para reivindicar algo que me parece fundamental: el valor de la artesanía, de los procesos lentos y de las técnicas aprendidas con paciencia y entrega. En una sociedad que corre, que produce en serie, que busca lo inmediato, trabajar con las manos y el corazón se convierte casi en un acto de resistencia cultural.

Pintar este cartel a óleo no fue solo una elección estética, sino una declaración de intenciones. Porque cuando cuidamos los procesos, también cuidamos la cultura. Porque lo artesanal no es solo pasado: es presente con raíz, es futuro con identidad.

Creo profundamente que el arte hecho a mano, con sus tiempos y sus imperfecciones hermosas, tiene una capacidad única para conectar con la gente. Y me emociona que una obra creada así represente nuestras fiestas más queridas.